Qué fácil lo tenía Benítez. Casemiro se había convertido en uno de los mejores jugadores del equipo en las últimas semanas, mientras que Benzema acababa de superar una lesión y, además, de salir de prisión. Era tan sencillo, tan obvio, que la sorpresa fue grande cuando el técnico decidió dejar en el banquillo al brasileño y apostar por el francés acompañado por dos jugadores que, directamente, pasan olímpicamente de defender como Cristiano y Bale.
Benítez fue políticamente correcto, alineó a todas las estrellas de Florentino y lanzó un mensaje: “¿Defensivo yo? Pues tomad“, pareció decir el técnico. Y la debacle llegó.
Una superioridad semejante del Barça no se veía desde el 5-0 de 2010. Todo lo andado por el Real Madrid en estos años se ha tirado a la basura, convertidos los blancos en un equipo insolidario en el que cada uno hace la guerra por su cuenta. Mientras Piqué buscaba desesperado un quinto gol para restregar al eterno rival una manita, Benzema y Cristiano se quedaban arriba con el equipo ya con diez. “Que defienda otro, esta no es mi guerra”, decía su lenguaje corporal. Como si fuera lo mismo un 0-4 que un 0-5. Nunca lo entenderán.
Después del baño absoluto de la primera mitad, Bale, Cristiano y Benzema volvieron a salir tras el descanso, no se fueran a molestar. Unos minutos de intensidad ofensiva, pero la misma desidia defensiva. Como si estuviera prohibido seguir a los jugadores del Barça más allá del centro del campo, se puede observar a la perfección en los goles rivales. Y mientras, Benítez quitaba a Marcelo y a James.
Kroos no puede con las botas, Bale está desconectado, Cristiano es una sombra de lo que fue y Benzema está en un mal estado de forma. Todos ellos jugaron los 90 minutos, Casemiro ni uno solo. Que viva el Madrid de los intocables. Me pregunto si, como diría Toshack, en el próximo partido Benítez va a poner “a los 11 cabrones de siempre”. Es hora de saber qué tipo de personalidad gasta el, todavía, entrenador del Madrid.